jueves, 18 de diciembre de 2008

Amistad



Mi amigo, Carlos Fajardo, lee mi blog (Carlos, me hace gracia pensar que no sólo yo soy una "patata" con esto de la informática...) y me envía su comentario por correo electrónico. Así que antes de irme a Borges, como de costumbre, lo incluyo aquí. ¡Gracias por tus palabras, amigo!



Inma:


Hoy he tenido el placer errante de entrar en tu bloggolb. Por ti y en ti...y no lo hago porque hablas de mi libro. Sé que nunca has estado sola, pero, ahora, el ciberespacio es un amigo más.


¡Son tantos años. Tantas tertulias. Tantas complicidades! Tengo todos tus libros y, sobre todo tus poemas. Pero nunca podré olvidarme de Sura...



Muy bien,Inma. ¡Rompe la soledad de la informática! Y regálale a todos tu poesía, como cuando decías en tu poemario (Sura):

"Sura en el silencio te descubre,
tensa cuerda de guitarra sin sonido,
brida gastada de una negra montura.
Pozo profundo sin hoy, ni ayer, ni tiempo.
Y amaneces..."


Para mí, es uno de tus mejores alaridos poéticos. (¡Tienes muchos!) Yo sólo le añadiría, (con tu permiso) el final de uno de mis poemas...


"Llámame (aunque sea desde la lejanía)
y no volverá a estar triste mi pantalla.
Blanca y azul. Azul y plata.
Cuando la despierto por la mañana...


Felicidades.
Siempre, Carlos.



En una cosa te equivocas , Carlos, y es en que nunca he estado sola. Es todo lo contrario, aunque me considero una persona muy afortunada por tener familia y muchos amigos, siempre estuve sola...
También este poema es de Sura:

Sola

Es mejor recordar que se cansa la mano
en las caricias.
Que fue sólo un momento nada más.
Un espasmo de agua. Un esperma pálido.
Desde mañana,
caminaré por los bosques oscuros de la memoria
y le daré tiempo al olvido.
Me esconderé tras el miedo y la náusea.
Detrás del temblor de pequeñas verdades.
Sola.
Siempre sola.
Ya, para siempre.
Como siempre...

(Este poema me lo dediqué a mí misma...)

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cotidianos



Y aquí está, el libro "Cotidianos" de Luis Vea García. Le prometí un comentario, pero prometí una cosa difícil. ¿Qué decir de unos relatos que me parecen magníficos precisamente por su cotidianeidad? Todos los relatos te atrapan desde el primer momento y el libro se lee de un tirón. Para definirlo diría tres palabras: un libro sincero.


Y me permito poner aquí unos párrafos de uno de sus relatos que se titula: "El mar lamía sus pies"



"La campana de la iglesia tocaba, con ese tañido lastimero, inundando de sonido los espacios. En la playa aguardaban las barcas, embebidas de tripulaciones. Unos empujaban las naves para echarse pronto a la mar, otros apuraban la puesta en marcha de los motores. Las olas arreciaban con fuerza, lamiendo la costa a brochazos, casi devoradores por su intensidad. Un niño contemplaba absorto la furia de las aguas mientras el horizonte despuntaba junto al sol. Y bañada por las olas, como reflujo de algo que viene y que va, encontró una gorra de capitán de la marina mercante y la contempló sin saber de los anhelos y emociones de un niño que, como él, años atrás, mirara el mar del mismo modo. El mar lamía sus pies, mientras, con las manos, el niño sostenía lo que en algún momento perteneció a otro. Las aguas se llenaron de barcas y el horizonte las recibió con su habitual sonrisa tan rectilínea, tan quieta... en tanto las olas traidoras mecían sus volúmenes, burlándose de la osadía del hombre."

Y este relato me recuerda a uno de mi libro: "Luna de cristal" y que titulé: "Hechizo" Así que ahí lo dejo.

Hechizo

El joven, de cabellos castaños y ojos color de aceite, lleva un arete plateado en el lóbulo de la oreja izquierda. Sonríe tristemente con una sonrisa que pone hoyuelos en sus mejillas.
Entra por el paseo, se dirige al acantilado y allí mira hacia los espigones que abrazan el puerto. Es un puerto antiguo de una aldea pesquera. Sus calles angostas serpentean entre las casuchas grises que, encaradas al mar, se extienden a lo largo de la costa y terminan en un tramo de mojones de madera podridos, con una costra de sal seca por encima.
Los muelles, abandonados y salpicados de guano, se internan en el mar. Un pequeño lugre de vela blanca navega escorado. El aire es salobre y algunos peces muertos cabecean contra las rocas.
El muchacho sueña con campos soleados impregnados de dulce aroma a violetas y artemisas, en un sitio apacible en el que se escucha el coro zumbón de las abejas y el trino de los pájaros, pero sólo ve rocas abruptas que descienden a una cala lamida por las olas y oye el graznido de las gaviotas que planean sobre el mar.
A lo lejos, caminando por la playa, se acerca una figura femenina acompañada de tres perros. La reconoce enseguida por el ligero renqueo y nota la sangre galopar bajo su piel sin dejarlo pensar con serenidad. Deja de sonreír y sólo queda su tristeza.
Recuerda cuando paseaban bajo la lluvia intentando hallar un guijarro liso o una bonita caracola y recuerda también el rostro de la muchacha, húmedo de lluvia, bajo las gotas que caían sistemáticamente sobre la arena de dunas amarillentas.
Daba gusto caminar bajo ese ritmo susurrante, mirando las encharcadas huellas de sus pies, sintiéndose los amos de la lluvia y del mundo.
En las noches de luna, se sentaban en uno de los malecones y escuchaban golpear las olas contra la pared de piedra. A veces miraban el mar y otras veces, de espaldas, contemplaban el desconcertante paisaje de la aldea confundiendo el pestañeo de las luces en las ventanas con aturdidas y brillantes luciérnagas.
Eran noches agradables. La oscuridad los redeaba en un abrazo tan protector como el de los espigones que abrazaban el puerto. Ella le preguntaba:
-¿Y si la luna fuese un queso? ¿Y si el mar fuera chocolate deshecho...?
Cuando las nubes surcaban el cielo ocultando la luna, ella decía:
-Ves, los ratones se comen el queso...
El mar abofeteaba los postes del muelle y el viento soplaba desde el agua, con un ligero resuello, susurrando palabras invisibles. Era como un hechizo.
Pero ya no existe nada mágico entre ellos. El hechizo se ha roto y sólo le queda soñar con ella, sentada a su lado, mirando el fuego del hogar, un fuego breve de piñas y pinaza, mientras él fuma una cachimba olorosa y la lluvia bate sobre los cristales.
La realidad se impone como niebla que avanza lentamente y la lluvia que ha seguido cayendo y llenando las huellas de sus pies hasta borrarlas.
Con los ojos ardientes, doloridos y cansados, llenos de pensamientos melancólicos, el muchacho piensa, por un instante, sumergirse en lo más profundo y verde del fondo marino hasta que desaparezca, por encima de él, el susurro rítmico de la lluvia. Entonces, los ojos no le dolerán, estarán fríos y dormidos.
Sobre la playa empezará otro día.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Luna de cristal



Ese es el título de mi primer libro, editado en 1995. Lo escribí en "Aula de Lletres", donde cursé estudios de Técnica y Escritura Literaria.


Este libro de poemas y relatos cortos significa mucho para mí. Quizá en él falte técnica y experiencia de la vida, pero creo que por aquel entonces yo exponía mis sentimientos de una manera más espontánea. Eso no quiere decir que crea que ahora escribo más artificialmente porque siempre me ha gustado utilizar palabras sencillas en mis escritos, sino que una aprende a disfrazar un poco su manera de sentir y las verdades. Creo que en el fondo, y aunque todos nos preciamos de ser sinceros y de que nos gusta la verdad, en realidad ésta a veces hace daño, y he comprobado que las "mentiras piadosas" y "bien elaboradas" tienen más aceptación entre los seres humanos que la verdad propiamente dicha. Claro que, ésta por supuesto es sólo una opinión personal.
He cambiado tanto, en estos años... Sí, sí, esa chica de la foto soy yo hace unos trece años, pero ya se sabe: "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos..." (no sé quién dijo eso, pero no es mío).
Aquí dejo un poema del libro, es como si hubiese adivinado cómo me sentiría ahora. Se titula "Lejanía"
Mis manos han cambiado en unos años
y el pelo se me ha puesto ceniciento.
Mis ojos están turbios por el llanto
y el corazón se me quedó pequeño.
La vida le pudo a mi ilusión,
la prisa a mis ideas.
Del amor, entonces, ya no hablemos,
pues aunque existe aún,
no llena, no acompaña,
sólo ayuda a adormecer el alma,
porque una noche sola,
y otra noche, hacen que yo
me vaya deshaciendo.
Me importa más que mi alma
no esté sola, mucho más que esté solo
mi cuerpo. Porque puedo pasar
las noches sin tus brazos,
pero no sin tu voz, ni tus silencios.
Que los cuerpos se mueren
y algún día entenderás, tal vez,
lo que yo siento.
Esta noche escucharé tu voz,
aquí, en mi oído.
Tan cerca y tan lejana...
¿Qué son unos minutos en un día?
Siempre te digo que no quiero tener
cosas... Cuando muera, voy a morir
con lo que lleve puesto
y aún es mucho, demasiado.
Cuando nací no tenía nada,
sólo sueños.
Voy a dormirme ya, tengo cansada el alma.
Tu voz no me acompaña suficiente.
¡Hola y adiós...! Mejor me duermo.
Mañana te veré otra vez,
pero se nos habrá escapado el día.
Un día menos de amor
y uno más de soledad.
Siento necesidad de respirar
profundamente, de oler tierra mojada
y ver estrellas. Quiero olvidar
la obligación. Quiero romper
las ataduras que yo misma me he puesto,
y correr hacia el sol, hacia el amor,
el mío, el tuyo, el nuestro...
Quiero abrazarte, amor, tan fuerte,
que no pueda el dinero separarnos.
Yo soy mujer de amor y no de cosas,
y soy mujer de espíritu,
más que mujer de cuerpo.

Carlos Fajardo


Esta es la solapa del libro "Círculos", de Carlos. He querido ponerla como homenaje, para que se sepa algo más de este escritor y amigo. La portada del libro es de: J. Tió sobre escultura de Emili Armengol, "Bronze, llautó i alpaca" (1989).

Y también añado unas palabras del autor que figuran al inicio del libro.

A todos los que me acompañan con su lectura

Mi círculo se cierra.
Como todos los círculos.
Pero no sé dónde empieza
ni acaba, esa extraña figura de locos.

Me gustaría que me regalases
una idea tuya circular:
Un brazalete de tus lunares.
Algo que pudiese recordar.

Mi círculo se cierra.
Quizá hoy sea un buen día
para pasear: Despejar la bruma,
y descubrir otra melodía.

Carlos Fajardo

Vértigo anual


Así se titula el poema de Carlos Fajardo Ricomà, gran escritor y poeta al que admiro y tengo la suerte de contar entre mis amigos.

Me envió Vértigo por correo el día de mi santo, cosa que le agradezco, es bueno saber que alguien se acuerda de una. La verdad es que el poema me impactó y, con su permiso, no he podido resistir la tentación de incluirlo aquí.

Carlos tiene varios libros editados, el último de ellos: Círculos lo presentó hace poco en el restaurante "Gran París". Es un libro de relatos para la reflexión y la duda. De él hablaré más adelante, pero ahí va la portada.
Y también el poema: Vértigo anual
Sólo es girar. Siempre girar
Al compás de alguna duda reprimida.
Aunque el torrente de la vida,
es más implacable en su circular.
Tributos y ritos desde lo lejano...
Abrazos de cartón... Frases hechas...
Recuerdos dolientes del pasado...
¿Quién marca los números rojos del calendario?
¿Por qué este vértigo coreado de utopías?
¡Suspiros al vacío para besar las fotos tristes!
¡Máscaras de colores para parecer más dichosos!
¡Arrugas forzadas para llenar de sonrisas los ojos!
Y seguir palpando en la rebotica compleja del alma.
Agrietar otra vez la pátina gris del cada día.
Para buscar algo nuevo en el amparo circular de la rutina.
Pero...
Sólo girar. Siempre girar...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Fernando Pessoa



Un maestro... Todo lo que él escribió me habría gustado que se me hubiese ocurrido a mí. Me contento con tener este libro, con el que me siento identificada en tantas cosas, en mi mesa de noche.

En mi poema "Diciembre" digo que cuando yo nací el espacio era amarillo y estoy segura de que era como ese amarillo que describe Pessoa en en su: Día de lluvia



177)
"El aire es de un amarillo oculto, como un amarillo pálido visto a través de un blanco sucio. Apenas si hay amarillo en el aire ceniciento. La palidez del ceniciento, sin embargo, tiene un amarillo en su tristeza".

¿Cómo puede alguien escribir algo tan bello...?

¿O esto tan profundo?




277)
"Los sentimientos que más duelen, las emociones que más afligen, son los que son absurdos -el ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la añoranza de lo que jamás ha existido, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos mediostonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. El sentirnos es entonces un campo desierto al oscurecer, triste de juncos al pie de un río sin barcos, negreando claramente entre márgenes alejadas."



279)

¡El peso de sentir! ¡El peso de tener que sentir!



Y ¡cuánto pesa una cosa que parece tan liviana...!

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Chap


Este escrito fue mi homenaje a Chap, y está editado en mi libro de poemas y relatos:"Luna de cristal"


Chap

Mi perro, Chap, se ha muerto. Y ha sido así, de pronto, como se van los pájaros; de un vuelo.

Me gustaba pasar las manos por su lomo y por su hocico húmedo y frío. Cuesta aceptar que no volveré a acariciarle.
Era un golfo pequeño, de genio áspero, valiente y arrogante. Guardián de mis hijos, nadie osaba acercarse al oír su ladrido, temible, largo y profundo si quería impresionar; melindroso, corto y agudo cuando pedía caricias o un trozo del bizcocho que yo hacía.

Su pelo fuerte, apelmazado y reseco al llegar de retozar con otros perros, quedaba sedoso y reluciente después de un baño tibio. Él se esponjaba ufano de tener el color de las castañas asadas; más canela en las patas.

Se rascaba furioso, casi con desespero, cuando una pulga inoportuna le hacía una visita atraída por los rizos espesos de su cola, plumero que agitaba y mordía para echar a la intrusa, hasta que le gritabas: ¡Chap, ya basta!

Hace diez años lo encontré, hambriento y sucio, abandonado debajo de mi coche. Me fijé en sus ojos grandes, redondos, de mirada noble y fue tanto lo que vi: hambre, frío, miedo, soledad, desamparo, y era tan poco lo que pedía: amor y cobijo, que sentí como si hubiera sido siempre mío.

-Perro, ¿estás solo?, ¿qué te pasa?
Confiadamente se acercó y se puso panza arriba, en total entrega, buscando una caricia. Su barriga, blanquinosa y temblona, se estremeció al contacto de mi mano. Noté su calidez y el latido desacompasado del corazón. Con su mirada y mis caricias nos hicimos amigos. Y le dejé subir al coche.

Silencioso, alegre y cálido, mi pequeño camarada de juegos iba de un lado a otro anunciando con sus brincos: "Mírame, estoy aquí. Yo soy de esta familia".

Y ahora ya no es.

Es nada.

Compañero fiel de tantas noches a los pies de mi cama velando enfermedades y sueños. ¿Cómo podré olvidarlo? Él sigue, con sus pasos leves tras de mí, acompañándome en los trabajos y en las horas de soledad. Calentando mis pies, amoroso, con su lanudo cuerpo.

Te extraño, Chap, mi viejo amigo. Perro menudo, tierno compañero.

Adiós... Como se van los pájaros.

Adiós.

Puente del Arco Iris




Hace unos días recibí por correo electrónico la "despedida" de un amigo mío a su mascota, su perrito Cuqui.


He querido poner aquí su escrito porque, años atrás, también yo perdí a mi perro, Chap. Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. No sé si eso será cierto o no, pero creo que sí es el más fiel.


Quizá alguien pensará que llorar por un animal o escribir estas cosas a su muerte es algo exagerado, pero la verdad, y aún a riesgo de parecer cínica, en muchas ocasiones yo he preferido estar cerca de caballos, perros o gatos, antes que al lado de ciertas personas... Es triste, pero esa es la cosa. Así que, José Luis, me solidarizo contigo y quiero decirte que nunca olvidaré los buenos momentos que pasamos juntos en la radio. Te mando un beso, "hijo de la luna", y espero que exista ese Puente del Arco Iris...





Navidad

En Navidad siempre me pongo un poco nostálgica, por no decir tristona. Hace unos años escribí este poema y creo que expresa tan clara y sinceramente lo que siento en estas fechas, que no he podido escribir otro que lo describa mejor. A todos vosotros, amigos míos y desconocidos que leéis este blog, aunque no os dejéis ver, os lo dedico y os deseo lo mejor para estos días y para siempre.

Llega la Navidad...

Invierno.
Hila la rueca madeja de nube;
copos de nieve enfrían la luz de una estrella
filtrándose callados por las chimeneas.
Pasa la vida por aquí...

Llega de nuevo otra Navidad:
herida que sangra nostálgica,
resto de lumbre sepultada en ceniza.

Un rayo de mi fe perdida
quiebra la noche,
como susurro bailarín de agua
en la quietud del alba que se asoma.
Los pensamientos bogan en el río del pesebre
y flotan las risas y los villancicos
tras los cristales llorosos de las casas.
Mientras, por las calles,
bajo el cielo inalcanzable y plomizo,
caminan presurosas otras historias,
otras vidas errantes.
Hay un sobrecogimiento en las almas
al evocar el andar cansino de camellos
cargados de tesoros infantiles.
Porque los niños siguen siendo niños,
soplos de inocencia,
cálices de lirios albos y húmedos.
Entre dos luces suenan zambombas
y panderetas. Vago sobresalto de una hora
en la noche de la Nochebuena.
En los hogares, junto al fuego,
se reunen las familias y los ancianos dormitan,
quizá sueñan también con tesoros de urracas
dentro de calcetines largos y de colores vivos.
¿Quién pone en duda la realidad de ese sueño...?

La Noche, esa Noche que nos lleva a recordar
a los vivos y a los muertos,
avanza hacia el mañana preguntando:
¿Dónde se confunden la realidad y la ilusión?
¿Dónde se encuentra el por qué de la vida
y de la muerte?
¿Quizá en el vagido del Niño Santo que nace...?
No lo sé, pero le juraré a quién sea
que, igual que todos los años, procuraré ser buena
y que le voy a abrir las puertas del espíritu
a la nueva Navidad que llega friolera,
aunque luego se vaya y me deje en las manos,
como siempre, un simple y tenue aroma
de violetas...

Estoy aquí, cansada, pero estoy...


He vuelto de Borges. El tiempo similar al del año pasado. Hemos cogido las aceitunas para llevarlas al molino; menos que las que recogimos el año pasado. ¿Por qué? pues porque estaban ya demasiado maduras y los pájaros se las comen en un segundo. Primero se hartan de comida picoteándolas en los árboles y luego, cuando han comido bastante, se alejan en bandada llevándose cada uno de ellos una aceituna en el pico y dos más en cada pata...¡Curioso! ¿verdad? yo eso no lo sabía, lo he visto este año. Siempre se aprenden cosas.

Y, hablando de otro tema, el día ocho fue mi santo y el nueve mi cumpleaños. Atrás quedó ese tiempo en el que me parecía injusto que mis hermanos tuviesen regalos dos veces al año y yo sólo una. ¡Que simple era entonces mi sentido de la injusticia!

Por otro lado, este mes de diciembre, he "amanecido" cansada. Ultimamente casi siempre lo estoy, pero ahora más. Y me surge otro ¿por qué? aunque no sabría explicarlo. Una amiga mía, muy buena amiga, me ha enviado (¡que casualidad que haya sido en estas fechas!) un poema de José Bergamín/La claridad desierta, que dice así:


Me siento ya tan cansado

-Cansado de estarlo tanto-

como si toda mi vida

no fuese más que cansancio.


Un cansancio que el camino

vuelve cada vez más largo,

que va creciendo, creciendo

conforme voy caminando.


Cansado de andar y andar

es tanto ya mi cansancio

que estoy empezando a estar

cansado de estar cansado.



(Pues bueno, pues eso...)