Navidad 2013
La Navidad perdida
Esta no es mi
Navidad.
Creo que con el
ajetreo de los años la he perdido.
Hoy la busco en
la belleza engañosa y cruel de las luces de colores,
en la música de
los villancicos que preceden a la publicidad de los centros comerciales, en la espera
de los Reyes Magos, que tardan en llegar porque ahora se entretienen hablando
con Papá Noel o quizá con ese señor que ofrece regalos gratis, que no lo son,
ya que compras una cartulina que hay que rascar previamente.
¿Se han perdido
también las ilusiones de los niños, de los adultos, de los ancianos…? ¿O es que
quizá el peso de las horas lentas que llenan mi equipaje me oculta todo eso?
¿Dónde están los
patinetes de madera, los juguetes de lata, las muñecas de trapo, los
recortables, los soldaditos de plomo…? ¿Dónde están los abrazos, las caricias,
la caridad, que deberían permanecer a nuestro lado todo el año y no sólo en
estos días de fiesta forzada, cada vez más competitiva?
La Navidad, mi
Navidad, desde hace muchas lágrimas que no la encuentro. Por eso perdonadme si
os cuento estas desilusiones; me invade una infinita impotencia al ver como juegan con la solidaridad y buena fe de
muchos seres humanos, los mismos que pintan de purpurina la miseria que han
creado, sin prestar oídos al péndulo de la pobreza, la inseguridad y el miedo.
¿Acaso no se
sabe que no hay que excavar hondo para encontrar historias de dolor escondido
en las miradas y deshacer los nudos de la incomunicación?
Vuelan hojas
secas a mi alrededor, no nieva más que en las postales. Se diría que hasta el
Invierno se busca en vano.
Recobro mi entereza
y me analizo. Un año más, un año menos y el día de hoy, que veo a oscuras, hacen
que me remonte al pasado. Hasta los poemas que escribí para fundir mis noches se
entregan al recuerdo.
Y así,
deslumbrada por fragmentos de sueño y esperanza, encuentro por fin en mi
interior, un veinticinco de diciembre.
No se parece al que perdí, pero sale a mi encuentro en forma de zambomba y
pandereta, con ángeles que anuncian nuevas madrugadas, pesebres
helados, bueyes y mulas regalando su cálido aliento a un hombre y una mujer que
miran embelesados a su hijo recién nacido…Se entretienen evocando mi infancia,
la ingenuidad, la ilusión y la pureza de la niña que fui y que desapareció en
el vértigo de los días vividos a contraluz, sin encontrar asidero en parte
alguna.
Y a través de la
calma que me invade en este instante creo ver una mano apartándome de una
inminente caída dentro de las sombras que casi siempre me rodean, y oigo una
voz que enciende confianza, reconforta y disipa desconsuelos, deseando “paz y amor
para todos los hombres de buena voluntad…”
Eso mismo os
deseo yo, familia, amigos, a todas las personas que quiero y me quieren. Os
deseo una Navidad que aunque se presente dorada sólo por fuera, esté llena de cariño
y ternura por dentro. Por eso, a pesar de las desilusiones y todas las cosas incomprensibles que nos
rodean, “le juraré
a quién sea que, igual que todos los años, procuraré ser buena y que le voy a abrir las puertas del espíritu
a esta nueva Navidad que llega aunque luego se vaya y me deje en las manos,
como siempre, un simple y tenue aroma de violetas...”
Navidad
de 2013