Se nos va otro año, o viene uno nuevo, siempre estamos en lo mismo. Todo es según el color del cristal con el que observamos las cosas. Y yo os deseo, familiares y amigos, a los que conozco personálmente y a los que no: Salud, Dinero, Amor... y Paz.
Porque, como alguien dijo alguna vez: "En definitiva, sólo tenemos un deber moral: conseguir grandes áreas de paz en nosotros mismos, más y más paz, y reflejarla en los demás. Y cuanta más paz exista en nosotros, más paz habrá en este mundo trastornado."
Y aquí os dejo una felicitación que ya escribí hace algunos años, pero en ella expreso tan sinceramente lo que en realidad siento, que la he "adoptado" para todos los años, hasta que se me ocurra otra cosa mejor o mis sentimientos varíen.
Llega la Navidad
Invierno.
Hila la rueca madeja de nube:
copos de nieve enfrían la luz de una estrella
filtrándose callados por las chimeneas.
Pasa la vida por aquí...
Llega de nuevo otra Navidad:
herida que sangra nostálgica,
resto de lumbre sepultada en ceniza.
Un rayo de mi fe perdida
quiebra la noche,
como susurro bailarín de agua
en la quietud del alba que se asoma.
Los pensamientos bogan en el río del pesebre
y flotan las risas y los villancicos
tras los cristales llorosos de las casas.
Mientras, por las calles,
bajo el cielo inalcanzable y plomizo,
caminan presurosas otras historias,
otras vidas errantes.
Hay un sobrecogimiento en las almas
al evocar el andar cansino de camellos
cargados de tesoros infantiles.
Porque los niños siguen siendo niños,
soplos de inocencia,
cálices de lirios albos y húmedos.
Entre dos luces suenan zambombas
y panderetas. Vago sobresalto de una hora
en la noche de la Nochebuena.
En los hogares, junto al fuego,
se reúnen las familias y los ancianos dormitan,
quizá sueñan también con tesoros de urracas
dentro de calcetines largos y de colores vivos.
¿Quién pone en duda la realidad de ese sueño...?
La Noche, esa Noche que nos lleva a recordar
a los vivos y a los muertos,
avanza hacia el mañana preguntando:
¿Dónde se confunden la realidad y la ilusión?
¿Dónde se encuentra el por qué de la vida
y de la muerte?
¿Quizá en el vagido del Niño Santo que nace...?
No lo sé, pero le juraré a quién sea
que, igual que todos los años, procuraré ser buena
y que le voy a abrir las puertas del espíritu
a la nueva Navidad que llega friolera,
aunque luego se vaya y me deje en las manos,
como siempre, un simple y tenue aroma
de violetas...
Y ahora, quizá debería poner un villancico, pero pongo esta canción que es inolvidable para mí, siempre, y más en estas fechas. No deja de ser un recuerdo para todos los seres queridos que ya no están aquí conmigo y que espero estén en otro lugar menos "trastornado" que éste.
¡Gracias por vuestros comentarios y apoyo!