miércoles, 16 de enero de 2013




¿Se puede ver esto con indiferencia?

Aquí están, criaturas que miran
hacia una libertad imposible.
Sólo los ojos brillan aún,
con una leve esperanza.
Les han robado la ingenuidad,
han perdido juegos y  sonrisas
en días aterradores, inhumanos, interminables…  
Carnes desgarradas, astillados sus huesos,
ilusiones rotas, y el dolor, sin descanso,
se aferra a los cuerpos desnutridos.
Entrañas de hielo los dejaron sin padres, 
huérfanos, solos ante el poder, el abuso,
la barbarie, la tortura, el horror…
No tienen edad ni nombre, 
sólo números grabados en el brazo
y en la mente una obsesión y una pregunta
que se repiten y repiten cada día y cada noche 
como un consuelo triste en los abismos del miedo:

Sacadnos de aquí, Sacadnos de aquí, Sacadnos de aquí…
¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué…?   


La Shoá

Una hilera de cuerpos desnudos,
de almas sin esperanza.
Un paso vacilante hacia el horror final.
Seres humanos indefensos.
Mujeres temblorosas, degradadas, humilladas,
de ojos agrandados por el miedo,
abrazan a sus hijos como si así pudieran evadirse
de la increíble realidad que las aprisiona.
Porque no es un sueño, ni siquiera la peor pesadilla
de la que uno puede despertarse,
sino otro paso más para la destrucción
de esa marea humana,
de ese río de corazones hambrientos de justicia,
y que, quizá, ya sin fe, pronto desembocará
en montaña de huesos de todos los tamaños,
apilados en un foso con olor a locura y racismo.

Eso es sólo una foto, -podrán decir algunos-,
no puede ser verdad…
Pero el hombre es un lobo para el hombre
y el mal es inherente a la naturaleza humana,
-dirán otros.

El cielo y la tierra se confunden
con la sombra del gas que sale de los hornos.
Se aproxima la noche deshecha en desatinos,
el día ya se quiere escapar del genocidio.
El recuerdo de la Shoá  estalla y permanece
en la memoria de los supervivientes
y en los bienaventurados que sigan teniendo
hambre y sed de justicia…