miércoles, 10 de diciembre de 2008

Chap


Este escrito fue mi homenaje a Chap, y está editado en mi libro de poemas y relatos:"Luna de cristal"


Chap

Mi perro, Chap, se ha muerto. Y ha sido así, de pronto, como se van los pájaros; de un vuelo.

Me gustaba pasar las manos por su lomo y por su hocico húmedo y frío. Cuesta aceptar que no volveré a acariciarle.
Era un golfo pequeño, de genio áspero, valiente y arrogante. Guardián de mis hijos, nadie osaba acercarse al oír su ladrido, temible, largo y profundo si quería impresionar; melindroso, corto y agudo cuando pedía caricias o un trozo del bizcocho que yo hacía.

Su pelo fuerte, apelmazado y reseco al llegar de retozar con otros perros, quedaba sedoso y reluciente después de un baño tibio. Él se esponjaba ufano de tener el color de las castañas asadas; más canela en las patas.

Se rascaba furioso, casi con desespero, cuando una pulga inoportuna le hacía una visita atraída por los rizos espesos de su cola, plumero que agitaba y mordía para echar a la intrusa, hasta que le gritabas: ¡Chap, ya basta!

Hace diez años lo encontré, hambriento y sucio, abandonado debajo de mi coche. Me fijé en sus ojos grandes, redondos, de mirada noble y fue tanto lo que vi: hambre, frío, miedo, soledad, desamparo, y era tan poco lo que pedía: amor y cobijo, que sentí como si hubiera sido siempre mío.

-Perro, ¿estás solo?, ¿qué te pasa?
Confiadamente se acercó y se puso panza arriba, en total entrega, buscando una caricia. Su barriga, blanquinosa y temblona, se estremeció al contacto de mi mano. Noté su calidez y el latido desacompasado del corazón. Con su mirada y mis caricias nos hicimos amigos. Y le dejé subir al coche.

Silencioso, alegre y cálido, mi pequeño camarada de juegos iba de un lado a otro anunciando con sus brincos: "Mírame, estoy aquí. Yo soy de esta familia".

Y ahora ya no es.

Es nada.

Compañero fiel de tantas noches a los pies de mi cama velando enfermedades y sueños. ¿Cómo podré olvidarlo? Él sigue, con sus pasos leves tras de mí, acompañándome en los trabajos y en las horas de soledad. Calentando mis pies, amoroso, con su lanudo cuerpo.

Te extraño, Chap, mi viejo amigo. Perro menudo, tierno compañero.

Adiós... Como se van los pájaros.

Adiós.

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