jueves, 27 de noviembre de 2008

Sabor a guindas










La tarde se pasea con tu nombre de sombrero.

Nadie la mira,

tan dulce y leve...


El sol se extravía entre los sicomoros,

los párpados de los helechos entreabren sonrisas

y el aroma de tu piel es un latido que cuaja en mi mirada.


La última luz resbala en el tejado;

mientras el cielo nos espía

me imaginas, entre almohadas,

cubierta sólo de velos y narcisos.

Yo te presiento en el olor de la madera y la vainilla.


Si creemos que nuestro amor no cabe en un bolsillo

y que el aire vuelve al aire con sabor a guindas,

cuando el crepúsculo agonice,

el musgo crecerá sobre la tierra húmeda

y yo escribiré un beso en mis ojos

para que lo recibas cada vez que me mires.


Junto al mar eres iris y tiniebla,

y yo sombra de palabra

llorando despedidas que mueren en olas...

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