domingo, 30 de septiembre de 2012



Las hojas muertas


Terminó el otoño.
El invierno asoma su fría y plomiza mirada
y la posa en las, casi vacías, ramas de los árboles.
Percibo su agonía de clorofila ya caduca.
Las últimas hojas muertas caen sobre mí
como si quisiesen amortajarme.
Las acaricio, huelo un resto de su aliento…
Me demuestran así el paso de los años
y no les guardo rencor por eso,
quizá porque me abrigan con un poso de calidez
o, tal vez, porque me traen a la memoria
lágrimas derramadas en el transcurso de los días
vividos en esta locura de palabras incomprendidas.

Tengo los ojos secos,
como algunas raíces o sarmientos.
Sólo ven, con pupilas dilatadas y vidriosas
por la edad y absurdas experiencias,
los errores cometidos sin querer.
Cada hoja que muere es uno de ellos,
alternan con alguna ilusión de la niña
y adolescente que fui y que ya he olvidado.
Ahora sólo queda una sombra espesa y gris
que se desliza, cansada,
por el último camino del otoño.
Un soplo de aire del Norte, la respalda
y la conduce hacia el principio del helado invierno...

"La vida, suavemente, sin que te apercibas,
sigue separando, con sus juegos,
a aquellos que se aman.

Y, sin hacer ruido…"
 
 
(Me he permitido como puede verse, una pequeña licencia en la traducción del final)

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