La imagen que cambió mi vida para siempre
Si la ves, me gustaría que supiera que hace tiempo
fue también noviembre dos años atrás
y que por fin he descubierto
el ritmo de las cosas no vulgares.
Si hablas con ella dile que aquella imagen
cambió mi vida para siempre,
que me quedé de pie en la fila quince, en el margen
derecho,
cerca de la puerta de salida,
donde una cortina púrpura y una sombra me disimulaban.
Dile que apenas me moví de tanto que lloraba,
que su voz llegó a inundarlo todo
y también que sentí rabia,
vergüenza de estrenar una vejez que no sabía,
de caminar hacia ella y de verme desnudo.
Si la abrazas no hará falta que pronuncies mi
nombre.
(Natán Fernández)
Como siempre (si lees esto, Natán, permíteme jugar con tus palabras... como siempre.)
Si lo ves, me gustaría que supiese que dos años atrás
también fue catorce de febrero y lo perdí
y que, por fin, he descubierto que el tiempo
nunca pasa en vano y deja cicatrices.
Si hablas con él dile que ya no tengo mariposas
en el estómago,
que ahora sólo las pinto,
y que lo vi, allí, de pie en la fila quince,
donde ninguna sombra podía disimularlo.
Cerca de la puerta de salida dejé mi corazón y sus poemas,
por si acaso se le ocurría venir a recogerlos.
Dile que yo no sentí rabia ni vergüenza,
pero que sí lloré dentro de mi desesperanza
y de su olvido,
que se escapó mi voz por una certidumbre,
de saberme vestida con tanto desconsuelo.
Si lo abrazas, le cuentas de mi parte que soy afortunada,
que juego a ser poeta, y que soy sal de sílice, como siempre...
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