jueves, 12 de agosto de 2010

Hormigas plateadas


Tengo hormigas plateadas en los dedos
que me impiden acariciar a nadie.
Sólo puedo lamer con palabras
a algunos animales que han sabido mostrarme
más afecto y comprensión
que algunas personas conocidas...

Y mientras pienso,
el barro que cubre mis mejillas, con sigilo,
se introduce dentro de mí misma
y me diluye la poca esperanza que me queda.
En mi vida nunca amanece ni anochece,
aletean a mi alrededor secretos de color ámbar
y hay huellas de jabón en las baldosas de la cocina,
olor de vacío y dolor de días perdidos en el calendario.
Sé que la piel arrugada nunca se renueva
y que el insomnio siempre es un toque de diana
en el espejo de la habitación, por la que ya sólo transita
alguna que otra oscura mancha de ilusión a medias.

(Quieren que me de cuenta de que el silencio es armónico,
pero yo sé que puede ocultarse en el hueco de la mano...)

Las palabras, a veces, son como semillas de mora
atrapadas entre muelas y, aunque molesten,
es mejor no tocarlas ni dejarlas salir al exterior.
Hay frases que pueden convertirse
en lenguaje indescifrable de otro mundo.
Y me siento hastiada, desencantada y herida
por no saber entender ni que me entiendan...
Aunque más allá, las caracolas respiren,
los limoneros lloren y bullan poemas en la cabeza
de poetas tan ilusos como yo...


Del poemario: "Cruzar el umbral"

(En un rato libre, en un día de estancia en Barcelona...)